miércoles, 14 de agosto de 2013

Gringas, saltando de las letras a la pantalla

El escritor peruano Mario Guevara planteó hace 20 años la esencia del bricheo, ahora presenta la adaptación para la pantalla grande desde un auditorio lleno en la FES Aragón de la UNAM.
La película y el guión son una adaptación del mismo escritor. Una vista radicalmente diferente, que combina la sensibilidad y despreocupación de los peruanos aderezado con un poco de espiritismo; imagen ligera de la buena vida a costillas de las Gringas. Así el protagonista Manuel Roca abre la cuarta pared durante sus jugadas de aprendiz de cazador de aquellas extranjeras con las que podría "pavimentar la ciudad".
Acompañando al escritor y dando un preámbulo al auditorio estuvieron los catedráticos Alejandro Alonso y Miguel Ángel Quemain.
Alejandro Alonso, habla sobre Mario Guevara, y lo identifica como un escritor que plasma con sencillez la vida de una ciudad con una serie de relato con el termino de bricheo, oportunista, las complicaciones que tubo para elaborar el guión y como lo apoyó enseñándole a elaborar guiones para documental, fue una plataforma para colaborar Usted nuestra maldita Diana, que escabulle de la literatura plástica. Y afirma que "Cuando uno escribe y ve publicado su trabajo es un sueño pensar que llegue al celuloide." Y así lo felicito por este logro.
Miguel Ángel Quemain lo describe como "un escritor destacado que tiene muchas virtudes; una ser autodidacta y lo interesante de su capacidad para universalizar algo pequeño que podría no tener alto impacto". Colocar lo coloquial en Cusco basándose en los incas al estilo de Juan Villoro como Jesús Garden Ciudad Juárez, Severino en  Zacatecas, para conjuntar la arquitectura de un lugar en la narrativa. Mario forma parte de este mundo, al adaptar el cuento al guión con Gringas.
La película se estrenará próximamente en Perú, pese a haber sido grabada hace casi 10 años con un entregado elenco de actores amateur.

lunes, 11 de febrero de 2013

Moda para la Ciudad real

La Semana de la Moda en New Yorck, es un evento de arte, cultura, negocios, entretenimiento e innovación. Pero de todos los desfiles de este año, hay uno que destacó por traer la moda a la realidad urbana de las Ciudades Emblema del Mundo. Nos referimos a la pasarela de Kenneth Cole; que presentó los diseños para su colección Otoño/Invierno 2013.

A los asistentes se les coloca en gradas al centro de un bodegón, el techo está sostenido con pilares de cemento, fríos y grises. Al rededor mantas proyectan un paisaje urbano, con sombras de rascacielos, siluetas de una parvada de palomas son la cereza del pastel, con sabor a una representación de la vida cotidiana.

Girls Name, se encargan de la ambientación sonora, la canción The New Life, muy en tono con el concepto, produce los compases, y el conjunto de modelos andará con ese porte de exeso de seguridad que tendrá el ritmo de una danza en la Ciudad.

Cuero, pieles, lana, ceda, cachemira, colores negro, blanco, verde militar, cerezas  y una serie de tonos terracota, aunados a las formas, cortes y combinación de texturas, dan a la colección un sello personal.

Pero el verdadero triunfo en el desfile vine al final; los modelos salen con el único accesorio que se permite repetir diario, realizando una acción para todos conocida. 



domingo, 3 de febrero de 2013

Bajo el sol de Invierno


El sol de invierno, acrecentaba el desagradable olor que emanaba de aquel hombre, traía incontables trapos encima, caminaba en zigzag hasta que decidió que un tronco caído sería para él un trono.
Los árboles tenían hojas de color amarillento y los troncos secos, oscuros. El viento frío calaba los huesos y daba a la atmosfera el tono gélido y muerto; el encorvado hombre se empino la botella, eructó y arrastrando las palabras dijo: “Usted es buena persona, regala buenos pomos.”
Volvió beber, esta vez unas cuantas gotas le rodaron en la barba crecida y mugrienta – Quería que le contara dónde vivo, yo me quedaba en Revolución, ahí donde dicen que está la tumba del muertito ese Don Venus. Tenía mis cartones y mis cobijas, uno se tiraba y se echaba una jetita muy buena; luego no me quedaba solo. Venían unas rucas, y se quedaban conmigo; cogían rico.
Pero pinches puercos, me sacaron, y luego por más que me acercaba me volvían correr, cuando estuvo la obra los albañiles no se ponían tan rudos, pero los pinches puercos. Hijos de la chingada, sacaban sus palos y si te acercabas más te chingaban; ayer nos corrieron a todos, a los 20 que vivíamos ahí.
Luego ya pusieron unas fuentes, se veían chidas con sus colores, y hasta uno se podía bañar, pero pinche agua estaba re-helada. Un día me encontré una credencial, y que me voy a formar con los que viejitos pa´que nos dieran las despensas, así pues ya tenía que comer y todo, se vivía bien a gusto ahí con Don Venus.
Me moví porque ayer, llegaron unos jijos a querer cobrar, que porque era su territorio, como si fueran perros, me madrearon, y pus me tuve que ir. Se quedaron mis cartones y mis cobijas, tanto pinche trabajo que me costaron. Hasta las Rucas se quedaron…
Caminé un chingo, pero tiene razón aquí no está tan mal, aunque no hay ni pinche alma. - Dio otro trago y tentó el tronco donde estaba sentado, buscó alrededor y después de juzgar que era seguro, cambió de posición y se acostó en la tierra. – Ayer ya tenía hambre, y que veo a una ruca con su bolsa del walmart, se la jale y que me pega aquí – señalando su pecho- con otra bolsota que traía, me dolió un chingo, y que le saco un fierro, y la vieja que se pone de gritona hasta que llegó un puerco, y otra vez que me corre, y me quede sin comer.
Ayer caminé un chingo, de este lado ya no hay ni almas, pero la basura que tiran ahí me va a servir, luego ni se dan cuenta que tiran, aunque para ir al lugar donde me compran las latas y las botellas está bien pinche lejos, tendré que caminar un chingo.
La botella casi estaba vacía, pero el vago aun la abrazaba como su mayor tesoro. – Usted es buena gente, regala buenos pomos, también su perro es buena gente, se queda quietecito donde usted le dijo, usted es buena gente, da buenos pomos, quería que le contara donde vivo…
La sombra cubría el rostro del interlocutor, y como respuesta solo dio un sonido, mescla de un beso y un chasquido de labios. El perro no necesitó más y se abalanzó sobre el vago, este gritó e intentó defenderse, pero nada evitó que los colmillos del can se clavaran en la yugular del hombre.
La botella rodó por el piso, derramando las últimas gotas, quedó bajo un rayo de sol, la luz se refractaba y bañaba de colores la escena; cuando aquel hombre dejó de moverse, el can regresó con su amo. Con ternura éste le limpió el hocico, y le dio un premio para perros, los dos volvieron sobre sus pasos.