jueves, 25 de agosto de 2011

Reflexión de la sociedad presente que teme entrar en el futuro.

Pensando como es nuestra sociedad en comparación con sus homologas a lo largo de la historia; me atemorice de lo que percibí: la vida se a convertido en un  objeto. En la antigüedad la vida era el tesoro más grande, o al menos así lo atestiguan los diálogos de Platón, Miguel de Cervantez Saavedra a trabes del ingenioso Hidalgo. Pero actualmente la vida se ha convertido en un objeto.

Un hombre puede ser considerado como mercancía, que puede ser desechada. Como masa somos valiosos e indispensables; como individuos terminamos convertidos en ceros a la izquierda. A consecuencia de nuestra devaluación moral, como individuos queremos comernos el mundo.

Pareciera que el sueño de tener una casa, donde formar una familia, donde vivirías la vejes, a sido sustituido por placeres efímeros. Los jóvenes  nos desgastamos en las fiestas, las drogas (legales o no); no valoramos el ahorro ni los conocimientos de la experiencia de los adultos mayores.
Por otro lado, los ancianos se quejan de lo que no hicieron en su juventud, de que las enfermedades ya no les permiten ser felices.

Las personas plenas, sanas, son pocas y van predicando que conocen los caminos de la salvación. Pero su enseñanza no funciona con todo el mundo. Nos hemos dividido tanto que nadie escucha a sus compañeros de viaje.

Incluso perdimos nuestra identidad al mostrarnos como conviene y no como somos. Creemos tener remansos de libertad, simbolizados en la compra de productos, en sintonizar un programa que nos hará más felices y a su vez más ignorantes.

Pero la libertad es la obligación del ciudadano: ser responsable de las acciones que tenemos, sabernos parte de un todo, reconocer que nuestros derechos también son de los otros. Vivir lo mejor que podamos para que el todo se engrandezca con nosotros.

Todos vivimos bajo el yugo de muertes que creemos injustas y prematuras; no comprendemos que lo que a de venir siempre tiene consecuencias mayores, y que la muerte no es mala, simplemente es inevitable.

La violencia plaga nuestro entorno, degrada el valor de la vida. Pero aun somos libres, podemos mejorar, cada uno a nuestro modo, cada uno a nuestro paso. Si queremos que el todo mejore, que cuando se hable en el futuro de nuestra época se diga que mejoramos a base de esfuerzo, entonces hay que dar un paso adelante y ser responsables del camino avanzado.