En variadas ocasiones, no sabemos definir las emociones que cruzan nuestro sistema emocional; eso es porque mientras nuestro cerebro
se deja llevar por los mecanismos primarios de reacción nuestro lenguaje se
limita a admitir que está confundido.
No reconocemos
entre tantas emociones de las que puede escoger un humano, y nos sentimos tan
extraños como en un buffet donde no conocemos el nombre del platillo que
queremos comer aun cuando recordamos su sabor. Danzamos a un ritmo tan
acelerado que apenas reconocemos las notas.
El lenguaje
es la única herramienta con la que contamos para justificar la realidad y veracidad
de nuestros cúmulos de emociones, pero y si nuestro vocabulario es tan precario
que no nos expresamos con claridad, sólo nos queda ayudarnos de las obras de
grandes maestros; poetas que nos guían en el laberinto de reacciones bioquímicas
que inundan nuestra lengua con incomprensible tartamudez.Un ejemplo
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