En las noches donde la música y un buen café me acompañan
suelo acordarme de que era es búsqueda de la pareja perfecta; cuantas cartas no
escribí en la secundaria y cuantos cuentos no leí desde aún más pequeña, todos
irradiaban fantasías.
Quería un príncipe, un Romeo, o tal vez un aventurero
pirata, alguien que se arriesgara para buscar el diamante de mi corazón; échenle
la culpa al cine, al teatro, a la poesía o incluso a esa bella estatua llamada “El
Beso” que Rodan forjó en bronce.
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Llega con los años, llega con los cuidados en tiempo de
enfermedad, con las peleas por nada que terminan con apasionados encuentros; se
disfruta en el café de la mañana y el transcurrir lento y glorioso de los día…
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