México es el inverosímil general,
en él se han soltado todos los vicios y su cancerosa sociedad sigue adelante. Han
pasado 75 años dese que se publicó “La crisis de México” texto de Daniel Cosío
Villegas, y las cosas se parecen mucho.
Lo que en este texto se menciona
es un balde de agua fría, es realidad y desesperanza mescladas en iguales
proporciones; pero es un baño merecido, que expone de manera crítica como nos
hemos dejado llevar por un sistema de corrupción que promueve las injusticias y
castiga el trabajo con yugos ignorancia.
Tenemos gobernantes necrófilos,
que permiten la muerte de millones de niños que viven en pobreza extrema, nos
exprimen los esfuerzos del trabajo duro y no se paran a darnos una palmada de
aliento, a decirnos tu trabajo vale y ayuda a tu país.
Ya una centuria pasó de la
Revolución, y las ideologías, que Cosío marca como oxidadas en su época, ahora
están estancadas irradiando una esencia pútrida que no permite a los ciudadanos
respirar y seguir el camino.
Las Reformas Agrarias se ignoran
y la mayoría de las hectáreas para cultivo tienen retrasos tecnológicos, está
el caso del jitomate, al cual le ponen trabas para exportarlo a Estados Unidos;
además de la fuerte dependencia que tenemos de otros países en la importación
de granos.
La Reforma laboral, este fin de
semana está aprobando leyes que fusilan las pocas libertades la revolución y
los movimientos del 68 nos legaron, y aunque el pueblo se manifiesta en contra,
simplemente los senadores miran en dirección contraria.
Crisis no es la palabra que
describe a nuestra nación, porque si bien esta palabra evoca a la carencia
también se refiere a un cambio, mutación, situación o momento. Y para momento
ya llevamos 102 años y muchos rostros sentados en la silla presidencial y
portando una banda, donde simbólicamente el rojo de la sangre mexicana ha
permeado a la esperanza del verde y la paz del blanco.
Lo que vivimos se parece más a la
ingravidez, todos los problemas pesan poco, los males ya no caen por su propio
peso y las fuerzas de ciudadanos, que luchamos continuamente por mejorar a
México, no avanzan. Nos movemos sin eje, sin rumbo.
Escondido en los últimos párrafos
se entrevé que nuestro destino es terminar dominados por el tío Sam, lo extraño
es que al pasar de los años ni siquiera será una bandera sino una corte de
hombres ricos a los que les debemos hasta el aire que respiramos. México no es
el único en este hoyo negro, faltaba más voltear a los que considerábamos los
poderosos de Europa, y a todos nuestros hermanos latinos.
Solución a cuenta gotas será la
de educar a nuestros círculos sociales y seguir empujando hasta derribar la
pirámide. Porque sí algo se le agradece a la Revolución es ser ejemplo de que
ningún mal dura eternamente, aunque pasen los años.